viernes, 25 de abril de 2008

Antes de la lluvia

Hace casi trece años que vivo en la Ciudad de México. En verano de 1995, “la chiapaneca” (que aquí aprendió a usar zapatos, porque si andaba de chanclas acababa con el pie negro de mugre) se convirtió uno de los aventurados habitantes que decidió tomar por asalto la Capital.

Este es un humilde agradecimiento, que proclamo desde mi banquito (se lo tomé prestado a Mafalda) a una ciudad que no me vio nacer pero que me dio las condiciones para crecer…

Y se preguntaran: ¿Por qué nos sale con este discurso lagrimoso? Pues la neta es el clima… Si como lo oyen, las condiciones atmosféricas me conmueven y estimulan mi imaginación a gran escala. Hay una particularidad en el clima de este mes (alterado al límite por el calentamiento global) que me hace pensar en Tuxtla (nacimiento e infancia) y la Ciudad de México (juventud y pos adolescencia) como en un mismo espacio tiempo. Una ciudad fantástica donde en determinado instante confluye todo lo que me interesa.
Se que suena bastante disparatado y me pasó ayer, cuando recorría la calle que me lleva del trabajo a la casa, creí caminar hacia la casa de mi abuela. Unas campanadas de iglesia a lo lejos, reforzaron la idea de estar en época de feria. El purpura de la tarde casi me permitió ver a mi abuelita Celia persiguiendonos a mi y a mis hermanos para evitar perder nuestros ahorros en el puesto de lotería frente a la iglesia de San Pascualito Rey.

Esto me sucede justo cuando cae la tarde, en el instante que el calor sofocante se va desvaneciendo y el olor a tierra mojada llega antes de la lluvia.

Me gusta caminar, sentirme en mi propia dimensión, en el hogar que mezcla lo mejor de cada uno de mis mundos.

Disfruten de su casa, donde quiera que esté.

PD. Me acordé de una de las mejores películas que he visto en mi vida y lleva el título de esta entrada: Before the rain, opera prima del director Milcho Manchevski, exiliado macedonio. Que logró un sincero testimonio de belleza, violencia y esperanza. Los conflictos étnicos en los Balcanes, son el marco de tres historias sencillas que buscan cerrar los ciclos que han dejado inconclusos los personajes a lo largo de su existencia.

jueves, 24 de abril de 2008

Angry Cockroaches

Acabo de regresar de uno de los confines olvidados de esta urbe: Ciudad Neza. Es difícil ser un simple espectador ante un panorama desolador que tiende a convertirse en un segundo Santa Fe, que enfrenta contaminación y pobreza a la paradoja de la “sustentabilidad” y el “desarrollo”. Calles inundadas de aguas negras, un caldo contaminante autor implacable de un tono rojizo en la mirada. Caras oscuras de actitud y polvo.

Quiero ser una grúa rabiosa, de esas que no te permiten estacionarte ni un minuto en la vida (como las que están pasando sobre Miguel Ángel de Quevedo y Patriotismo). Arrasar con presidentes municipales, diputados y senadores (seguramente, lo primero que harían sería darme pa' los chescos) levantar infracciones a empresarios que hacen como que ayudan pero solo se benefician ellos mismos y entambar sin fianza a todos aquellos ciudadanos que vivan en una burbujita alejada de la responsabilidad social real y solo anden con sus playeritas de Green Peace blofeando por la condesa (por lo menos hay que separar la pinche basura)

Cucarachas enojadas, fumando mariguana, buscando una fiesta….


Ya me gustó esto de competir…

Lugar: Circuito Hipódromo
Distancia: 5KM
Fecha: 27 de abril
Tiempo de entrenamiento: 13 semanas
Tiempo a superar: 27’ 41”

PD. Por cierto, el querido Sebastiancito le dejó caer a la raza de Neza una tapa de coladera… Digo una escultura monumental titulada “El Coyote” 40 metros de fierro retorcido que celebran el 45 aniversario de este municipio. Abstracciones geométricas que costaron a los contribuyentes dos millones de pesos (no crean que esos pesillos son su valor comercial como obra de arte) y lo demás del precio real será recaudado a través de la venta de sus réplicas.

martes, 22 de abril de 2008

La burbuja que ríe

Mucha gente considera la sidra como una bebida de tercera (en algún momento hasta yo lo llegué a pensar) sin embargo hoy a la hora de la comida recordé uno de los mejores lugares en los que me he desvelado y donde el suelo chicloso de sidra, no impide valorar en justa medida un lugarcito asturiano sobre la calle del Ángel en el barrio madrileño de la Latina.

Fue el año pasado, cuando Luis y yo asomamos por la estación del metro Puerta de Toledo y nos dirigimos de muy buen humor a un sitio que nos había latido solo por su nombre: La burbuja que ríe.

Después de atravesar el umbral, nos topamos con la leyenda Chigre: lugar donde se bebe y vende sidra. Mi acompañante cambió su rostro, pues no le entusiasmaba la idea de catar sidra; sin embargo en cuanto vio los platillos de la carta su paladar cambio de parecer. Ahora solo nos quedaba ser pacientes pues aquello estaba a reventar de gente. Casi 20 minutos después cuando empezábamos a desanimarnos una amable mesera nos hizo dos lugares en la barra.

Al checar lo accesibles que eran los precios decidimos pedir dos botellas de sidra, una sabor natural y la otra achampañada (sobra decir que nada que ver con aquellas sidras de la navidad chiapaneca. Que al menos mi abuelita América q.e.p.d. acostumbraba servir en los vasos desechables de todos los nietos menores de 15 años, dizque pa’ brindar)

La verdad es que la primera parte de la noche fue de a litro por cabeza. La sidra fue servida con singular estilo. Nuestra mesera, que puso dos vasos frente a nosotros con sonora anunciación, acto seguido levanta la botella con la mano derecha y la pasa por detrás de su hombro a unos 30 o 40 centímetros del vaso y deja caer una fuente burbujeante de olorosa sidra.

-¡Jo!, de inmediato hay que beberla… Que pierde el sabor. Dijo la mesera con un sonrisa bastante franca.

Aun no había terminado de escurrir el contenido en cada vaso, cuando ya estaba casi en nuestras bocas. Fue de esas noches buenas bonitas y baratas en Madrid.

Pedimos una tercera botella para probar la sidra pomar y así terminar de una vez por todas con los bien servidos platos de moluscos a la burbuja y codillo de cerdo bañado en queso cabrales. La verdad sí salí mareada, pues me sentí valiente frente a tal porcentaje del alcohol. El lugar de origen de las sidras, también tenía un nombre muy interesante: Villaviciosa (Habrá sido algún mensaje)
PD. Hace calor, ya no soy tan resistente como antes a los climas de fuego.

PD2. La verdad no hemos estado comiendo con mucho sazón que digamos, por aquello de los episodios hospitalarios. Pero ya llegará el día en que los recuerdos se conviertan de nuevo en sabores del presente.

lunes, 21 de abril de 2008

Sed

No hay nada peor que manejar en las atiborradas calles de la Ciudad de México entre la 13 y 16 horas. Todo hierve. Rostros chapeados inundan las avenidas, extremidades sudorosas de peatones y conductores dejan sus huellas en la ropa, todos deambulamos en diferentes direcciones por un paisaje distorsionado por la humedad asfáltica.

Ojalá estuviera cerca el mar pensé con fuerza. Así por lo menos el calor pegajoso se aliviaría con solo escuchar el choque de las olas. Desgraciadamente el sol atonta y cada alto de semáforo presagia reflexiones inadecuadas provocadas por las altas temperaturas y lo hace transformando las ilusiones en algo vívido, casi real.

De pronto sentí un olor a mar y alcancé a escuchar una ola (recé porque no se tratara del drenaje profundo colapsándose) respiré otra vez y ya no estaba. Aguce el oído, quería que volviera a pasar; como cuando acercas un caracol a la oreja. Lo único que escuche fue el coro de escapes en la nota exacta que anuncia un siga.

Lo más cercano a la playa durante esta tarde, fue encontrar a mi marchante de agua de coco en la esquina de Gómez Farías. La sed fue mitigada, si cierro los ojos, el espejismo aun persiste.