Sé que es un poco tarde para la felicitación, aun así creo que es pertinente hacerlo.
Estos días he leído más de lo que escrito, voy a la mitad de un libro que no sé como describir (es bastante lejano, al menos en estilo a mis obsesiones habituales como Murakami) quizá es más cercano a lo que leía cuando estaba en la universidad, cuando descubrí a Moravia, quedé prendada de Calvino y me comprometí con Arreola.
Goran Petrovic es el primer serbio al que leo. Desde la primera página logró toda mi atención y provocó una especie de ternura conforme avanzaba. Perdí el miedo a explorar una lectura de la cual no sabía nada, cada parrafo está escrito con inocencia, pero a pesar de la sencillez la complejidad es infinita (eso es una paradoja, pero así de extraño ha sido el devenir de esta lectura) me hizo sentir cómoda, como si me hubiera puesto unas pantuflas y o me hubiera preparado un chocolatito caliente.
Hace mucho que una frase no retumbaba tanto en mi cabeza: Verba volant, scripta manent. Las palabras vuelan, lo escrito permanece.
La mano de la buena fortuna me tiene picada; llevo poco más de la mitad y cada que cierro el libro para regresar me queda la inquietud de continuar el viaje.
Feliz año nuevo, me da gusto recuperar la confianza a través de de las palabras.
Estos días he leído más de lo que escrito, voy a la mitad de un libro que no sé como describir (es bastante lejano, al menos en estilo a mis obsesiones habituales como Murakami) quizá es más cercano a lo que leía cuando estaba en la universidad, cuando descubrí a Moravia, quedé prendada de Calvino y me comprometí con Arreola.
Goran Petrovic es el primer serbio al que leo. Desde la primera página logró toda mi atención y provocó una especie de ternura conforme avanzaba. Perdí el miedo a explorar una lectura de la cual no sabía nada, cada parrafo está escrito con inocencia, pero a pesar de la sencillez la complejidad es infinita (eso es una paradoja, pero así de extraño ha sido el devenir de esta lectura) me hizo sentir cómoda, como si me hubiera puesto unas pantuflas y o me hubiera preparado un chocolatito caliente.
Hace mucho que una frase no retumbaba tanto en mi cabeza: Verba volant, scripta manent. Las palabras vuelan, lo escrito permanece.
La mano de la buena fortuna me tiene picada; llevo poco más de la mitad y cada que cierro el libro para regresar me queda la inquietud de continuar el viaje.
Feliz año nuevo, me da gusto recuperar la confianza a través de de las palabras.