jueves, 13 de noviembre de 2008

Oficios con beneficios

Ayer por la tarde me dí el lujo de tomar una siesta en mi sagrada casita, sin embargo me despertó un ruido estridente acompañado de un olor particular. Camotes y platanos asados. No es albur, es tradición gastronómica andante. Muy mexicana y particularmente escandalosa.

Me asomé a la ventana con emociones encontradas. Pocas veces puedo echar un sueñito, pero después del sobresalto apareció el antojo.

Me debatía entre acostarme de nuevo o bajar en pantuflas por un platanito asado. Pensé un rato, me dió el fijo (que consiste en perder la mirada y la conciencia durante algunos segundos mientras se contempla algo) Recordé cuando mi abuela América nos ofrecía una abundante porción de platanitos con crema de Ocosingo, café de la olla y frijoles refritos (extraña combinación, con un sabor poderoso) aquellas eran las cenas comunes en la cañada de la selva.

Volví a pensar, me tallé los ojos y no quise decepcionarme. Me acosté de nuevo, el olor se mantuvo durante unos minutos más. Traté de recuperar el sueño, no pude. Me senté frente al televisor apagado y pensé en el vendedor, en como sería su vida, en lo difícil que debía ser vender ese tipo de productos en una ciudad como esta. Sonó el silbido, pero ahora se alejaba, una mezcla de rumor citadino acabó por mitigar el rastro. Pronto todo fue calma.

Volví a divagar. Regresé al personaje, imaginé que aun tenía clientes y por eso seguía su ronda por las calles. Poca pero selecta clientela que probablemente es la misma que aun está pendiente del afilador o que espera pacientemente al zapatero, para dejar en sus manos la renovación de un par de zapatos que pueden seguir andando.

Extraño al vendedor de nieves con sus campanitas, al señor de las manzanas acarameladas, la viejita con su canasta llena de pan de elote y los algodones de azúcar a domicilio.
Seguramente ya me habría dado un coma diabético, pero un buen menjurje de la Botica “ La Fraternidad” me habría salvado.

PD. La Fraternidad es el nombre la antigua Botica del Dr. Belisario Dominguez, que aun se puede ver en la Casa-Museo localizada en el municipio de Comitán, Chiapas.

miércoles, 12 de noviembre de 2008

El destino llamando

Caminando rumbo a la oficina descubrí que Destiny Calling de James me pone de muy buen humor. El mundo a mi alrededor tenía un dejo de irritación, congestionamiento y prisa. A pesar de eso y gracias a mi campo de fuerza musical creo que mi camino resulta menos incierto.

Últimamente me he reunido con amigos a los que quiero y admiro mucho. La mayor parte de ellos están luchando por sacar adelante sus proyectos personales (entiendase aquellas ideas que raras veces puede ser financiadas, ya sea por cuestiones filosóficas, causales o prácticas) Me refiero al sueño original de cualquier creador (suena mamón, pero creo que eso lo define bien) y la búsqueda constante del sueño guajiro: Hacer lo que le gusta y que te paguen por ello.

Desgracidamente muchos son los convocados y pocos los afortunados. Pero me da gusto saber que soy parte de diversas luchas. Me siento orgullosa y agradecida de pertenecer a singulares equipos de trabajo. Ha costado y sigue costando mucho pasar del dicho al hecho. Superar la frustación y seguir adelante a pesar de las carencias.

Esta es una entrada esperanzadora, ayer vi que si es posible que el papel se convierta en imágenes entrañables, me emocioné. Más allá del culto al ego, el afán de permanecia y el reconocimento (cosas que conciente o inconcientemente deseamos)

Se que esto apenas comienza y me da gusto por todos lo que nos desvelamos reescribiendo, por aquellos que multiplican sus trazos, por los que convierten una simple computadora en la mesa de montaje que le da coherencia a un discurso. Por el poco valorado trabajo de producción y por todos aquellos que confían hasta en el peor momento.

PD. Es hora de abrir lo ojos. No importa que los sueños sean eso que se acaba cuando nos despertamos.

martes, 11 de noviembre de 2008

Música, música, músicaaaaaaaaaa

Lo reconozco, he tenido muy abandonado este blog. Puedo echarle la culpa al intenso ritmo de trabajo que alcanzo en los últimos meses del año, pero la verdadera causa ha sido mi primer regalo de cumpleaños.

Cuando el Rock Band llegó a casa todo cambió.
Imaginé que después de unas cuantas rolas, el encanto habría terminado.
Que equivocada estaba.
Ahora cada noche corro a la casa y conecto la batería, cuando me siento valiente la guitarra y si de plano llego cansada nada más saco el micrófono y me pongo a cantar.

Es una de esas extrañas maravillas de la tecnología. Si tocas mal, la rola suena desastroza. Pero si tienes el talento o la cooordinación suficiente, pronto surge la rock star.

Soy súper desafinada, pero me divierto horrores (primero soy Kurt Cobain y a los 3 minutos me convierto en Karen O) la guitarra es una catástrofe. Sin embargo creo que he descubierto mi verdadera vocación: La batería.

PD. Juan, creo que tu peor pesadilla se ha hecho realidad, pronto estaré interesada en abandonar los juguetes y tocar una de verdad. ¿Adivina quién será mi maestro?