Mi trabajo está en el centro de la ciudad, así que tuve que abandonar la bicicleta, ahora paso alrededor de dos horas en la troca (Una de ida y una de vuelta)
La lluvia, el polvo y las burbujas de jabón de los vendedores callejeros habían dejado mi medio de transporte bastante mugroso. El fin de semana intenté llevarlo al lavado de coches de siempre. Precio módico, atención personalizada y lo mejor, no tener que esperar por él sino disponer del tiempo para hacer las diligencias pendientes. Mis planes se vieron frustrados pues una larga fila de conductores daba la vuelta a la cuadra.
Decidí mantener la troca en su jugo unos días más, hasta que una noche, ya de regreso a casa me topé con un llamativo y luminoso anuncio que me recordó una de las cosas características de California: Un Car wash automatizado.
Debo confesar que jamás había entrado a uno. Dudé, no me había acercado lo suficiente como para descubrir que era más barato que el lavado de carros habitual. Me liberé de la desconfianza cuando leí: Su auto limpio en 15 minutos.
Crucé la caseta, me dieron un ticket, recibí la indicación de quitar la antena y cerrar los espejos. Entre a un mundo de esponjas gigantes y chorros de jabón. El sonido es muy característico, hueco, líquido, no sé creo que tuve un momento de iluminación mientras el coche avanzaba en neutral por un riel. Ya en la salida unos ventiladores medio secan el coche y provocan el nerviosismo en todos los conductores (lo sé porque vi la cara de varios) pues se acercan al parabrisas con la leyenda de NO FRENE. ¿Qué pasará si frenas?
Igual apelé a mi civilidad y seguridad, hice lo que me indicaba el letrerito y llegue al final donde 2 trabajadores terminaron de secar la unidad con franelas y aspiraron y sacudieron el interior. Mientras esto sucedía observaba la cara de los conductores en fila, algunos sin expresión porque seguramente no era su primera vez en aquel lugar, otros angustiados seguramente con la tentación de pisar el freno y algunos, quizá como yo esperando a que -las cosas sucedan conforme a la gravedad, salvo que intervenga lo sobrenatural-.
La lluvia, el polvo y las burbujas de jabón de los vendedores callejeros habían dejado mi medio de transporte bastante mugroso. El fin de semana intenté llevarlo al lavado de coches de siempre. Precio módico, atención personalizada y lo mejor, no tener que esperar por él sino disponer del tiempo para hacer las diligencias pendientes. Mis planes se vieron frustrados pues una larga fila de conductores daba la vuelta a la cuadra.
Decidí mantener la troca en su jugo unos días más, hasta que una noche, ya de regreso a casa me topé con un llamativo y luminoso anuncio que me recordó una de las cosas características de California: Un Car wash automatizado.
Debo confesar que jamás había entrado a uno. Dudé, no me había acercado lo suficiente como para descubrir que era más barato que el lavado de carros habitual. Me liberé de la desconfianza cuando leí: Su auto limpio en 15 minutos.
Crucé la caseta, me dieron un ticket, recibí la indicación de quitar la antena y cerrar los espejos. Entre a un mundo de esponjas gigantes y chorros de jabón. El sonido es muy característico, hueco, líquido, no sé creo que tuve un momento de iluminación mientras el coche avanzaba en neutral por un riel. Ya en la salida unos ventiladores medio secan el coche y provocan el nerviosismo en todos los conductores (lo sé porque vi la cara de varios) pues se acercan al parabrisas con la leyenda de NO FRENE. ¿Qué pasará si frenas?
Igual apelé a mi civilidad y seguridad, hice lo que me indicaba el letrerito y llegue al final donde 2 trabajadores terminaron de secar la unidad con franelas y aspiraron y sacudieron el interior. Mientras esto sucedía observaba la cara de los conductores en fila, algunos sin expresión porque seguramente no era su primera vez en aquel lugar, otros angustiados seguramente con la tentación de pisar el freno y algunos, quizá como yo esperando a que -las cosas sucedan conforme a la gravedad, salvo que intervenga lo sobrenatural-.