viernes, 16 de enero de 2009

Espaguetis rusos en París

No se conocían, llevaban un buen rato hablando en un idioma que no era el suyo. Aquella tarde era la última que pasaban en la ciudad. O tenía que tomar un tren a Madrid, B tenía un vuelo con destino a Bucarest.

Coincidieron en un famoso museo, justo a la hora del cierre. Identificaron su acento y conversaron en su lengua natal. O le pidió a B que le tomara un foto frente a una impresionante fachada. B le platicó a O que era la primera vez que estaba en aquella ciudad y que aunque había querido practicar su francés, la mayoría de veces le hablaban en español. O tuvo confianza y le pidió que pasearan juntas por la ciudad, las divisas se estaban agotando como para visitar algún otro lugar con acervos importantes. Decidieron caminar con rumbo a la Opera. Pasaron frente al Obelisco y se les antojó una crepa, no comieron…Quedaban pocos euros y aun era temprano.

De repente O cuestionó la seguridad de un cajero automático sin cabina, ubicado en una esquina sin protección alguna. B dijo que en Latinoamérica sería imposible sostener ese modelo de dispensador (en lugar de asaltarte dentro de un lugar, lo harían en plena calle, no habría mucha diferencia en lo que a atracos se refiere) Mientras discutían pros y contras, dos billetes de 20 euros cada uno asomaron por la rendija. B miró a O. No había nadie, tampoco expulsó tarjeta alguna, solo estaban los 40 euros listos para tomarse y cenar.

Caminaron rumbo al Barrio Latino. Entraron un lugarcito italiano de buenos precios y grandes porciones. Pidieron una pasta bolognesa para recuperar la energía perdida resultado de malas comidas en días previos. Pero no querían gastarlo todo y así que bebieron agua. Al fondo del restaurante, una gigantesca mujer solicitó a un mesero llevar una botella de vino de la casa hasta la mesa de O y B. Cuando voltearon para agradecer, la mujerona ya estaba en la mesa de al lado.

Mujer: Os escuché hablando español… Alguna vez tuve un novio español, hará años de eso.

O: ¿De donde eres?

Mujer: Rusa… Ciudadana del mundo… Que les he sorprendido ¡eh!

B: Gracias por el vino.

Mujer: Aquí no se bebe agua. Estáis en París reinas mías, tenéis que disfrutar.

O y B platicaron con el mujerón hasta la madrugada(sobra decir que el tono de su voz hacia dudar sobre su género, podría ser hombre, mujer o quimera) No importó su acento, su colorido aspecto o la ambigüedad de su sexo.

O se despidió de B, las dos pensaron que no volverían a verse.