viernes, 16 de mayo de 2008

Hablando de precipitaciones

He desarrollado cierta fijación por la lluvia, indudablemente tiene que ver con que el lugar en el que nací. Las precipitaciones pluviales en aquella región siguen siendo abundantes.

Hace unos días rescaté de mi librero unos cuentos de Herman Melville. Resolví leer alguno, motivada por extrañas fuerzas en el aleatorio de mi iPod, que se ha empeñado en programar a Moby (nieto del escritor antes mencionado) tiro por viaje y en especial Raining Again.

Dicha arbitrariedad, ha pisoteado mis intentos por ser una punk circulando por la calles de la ciudad. Fue inútil atascar el dispositivo musical con rolas de Sex Pistols, The Clash, Green Day y dos discos de los desaparecidos Libertines. Además aun no he encontrado un delineador negro hipoalergénico que me permita lucir una mirada como la de Billie Joe.

Vuelvo al tema inicial de esta entrada. Leí El Vendedor de Pararrayos (The lighting-rod man) cuento escrito en primera persona, de lenguaje algo barroco pero que conserva una ligereza de lectura gracias al tono en el que mantiene la ficción. Un lugareño en la comodidad de su cabaña recibe la visita de un estrafalario vendedor de pararrayos. El escenario es idóneo, un tremendo chubasco. Qué mejor momento para atribuir a la naturaleza la figura del mal y conseguir una buena venta.

Recordé todas las tormentas eléctricas que he presenciado en mi vida, lúcidos relámpagos y truenos secos cayendo sobre profusas serranías que suelen renacer después de la tempestad. Vinieron a mi memoria falsos profetas que han llegado a las tierras del sur, aprovechando miedos, carencias e ignorancia. Visionarios indolentes que acaban con cualquier rastro de fe en lo que sea.

Como es un cuento cortito, no les quiero contar más. Aun así, ahí les va un curioso fragmento.

“Durante las tormentas eléctricas yo evito a los hombres altos. ¿Es usted tan groseramente ignorante como para no saber que la altura de un caminante de seis pies es suficiente para atraer la descarga de una nube eléctrica? ¡Cuántos de esos imponentes labradores de Kentucky fueron derribados sobre el surco inconcluso! Herman Melville.

Melville es un autor más allá de Moby Dick, que merece ser leído en cuanto se pueda.

PD. Es viernes, considerable ascenso en mi estado de ánimo.

jueves, 15 de mayo de 2008

Dedos

Soy una ardilla rabiosa.

Hice el voto de no escribir sobre esto, pero fue imposible cumplir. Tenía que desahogarme, sin rencores, es tan solo un manifiesto.

Me he quedado sola, mi compañero de entrenamiento ha desertado. Fue difícil encontrar un camarada comprometido para correr por la mañana. Ahora lo pierdo por culpa de su tesis, pues resulta que quiere obtener el papelito para estudiar una maestría en el extranjero. Al final de cuentas, todos tenemos ocurrencias. Quién soy yo para reprochar, juzgar o condenar haber tirado la toalla después de dos meses de disciplina deportiva. En mi caso, un día me levanté y dije: Voy a correr un Maratón (aun cuando jamás había corrido más de 3 kilómetros seguidos) definitivamente tenemos en común la espontaneidad en nuestras decisiones.

Aquel fatídico día (lunes por cierto) mi ex partner me dijo:
-No puedo levantarme tan temprano, tengo mucho que leer. El trabajo, la tesis, todo se junta y no descanso.

A lo que contesté:
-¿Me abandonas?...Destruyes el equipo de-dos que con tanto empeño hemos construido (evidente chantaje emocional). Adiós a las endorfinas, la neta que triste.

Él replicó:
-No te enojes conmigo. Por ahí de julio regreso a los entrenamientos, nada más que acabe.

En tono de ardilla ultrarrabiosa estructuré la última frase de ese día:
-Correré sola. Renuncias, ni modo así es la vida (que dramaaaaaaaaaa)

Nos despedimos, él se fue a su oficina y yo me quedé en la mía. Por la tarde trató de recuperar mi simpatía con un café del Jarocho. La invitación fue rechazada.

A unos días del suceso, con la cabeza más fría y algunos kilómetros en solitario, somos tan amigos como siempre. Lo eramos antes de mi extravagancia deportiva y lo seguimos siendo ahora.

PD. Mi hermana me dijo que Beck (así se apellida mi querido amigo y ex-atleta recreativo) se había tardado en recuperar la cordura. Que solo una persona tan excéntrica (subliminalmente dañada) como yo podía considerar divertido salir a correr antes del amanecer.

martes, 13 de mayo de 2008

Una ayuda de Jesús

No he querido saturarlos con mi adicción al atletismo. Sin embargo creo justo y necesario contarles lo que sucedió durante mi primera Media Maratón con chip y en competencia.

Me levanté sin presiones, desayuné algo ligero (harta crema de cacahuates por aquello de los carbohidratos pa' aguantar grandes distancias) comencé los estiramientos desde casa para llegar en mejor forma al calentamiento previo al arranque de la carrera.
Eran las 7:30 de la mañana cuando sonó el disparo de salida, comencé a buena velocidad sin abandonar el pelotón de atletas. Del kilómetro 5 al 10 iba disfrutando de la competencia a muy buen ritmo. Sin embargo, llegando al Km 16 me atacó un terrible calambre en los gemelos de la pierna derecha (dolencia que he sentido desde el inicio de los entrenamientos pero que he ignorado con frases de superación personal. Tal indiferencia la pagué en plena competencia)
Respiré profundo, bajé el ritmo, tomé un poco de agua y estuve a punto de pararme para aliviar un poco el sufrimiento, cuando una voz me lo impidió:

Ya solo faltan 5 Km, no te detengas. Si te paras no podrás ni caminar.
Yo contesté, calambre… calambre.
Trota a mi paso, concéntrate en llegar.
Me duele…
Trota…

Ante tal insistencia, seguí trotando a su lado. El dolor era terrible, mi vista empezaba a nublarse. Pasó por mi cabeza, darle las gracias e interrumpir el esfuerzo hasta volver a sentirme bien. Habían pasado 800 metros en los que aullé de malestar, se me salieron unas lágrimas y sentía que mis piernas se iban desbaratando. Al pasar el Km19, el calambre había desaparecido, pero estaba agotada.

Ya entramos… (Al hipódromo que era la meta) ahora disfruta del final.

Era el Km 20, ya se veía la meta, respiré profundo y junté todo lo que me quedaba de energía para llegar hasta el final.

El corredor 199 seguía hablando:

Relájate, haces esto porque te gusta. No sufras, pero no te consientas…
Aprieta el paso lo más que puedas y sonríe cuando cruces la meta…

Justo al pisar el tapete electrónico de la meta, le di las gracias. El reloj marcaba que habíamos llegado con un tiempo de 2 horas 12 minutos y 46 segundos.

Llegué muerta de la risa, no sé si de felicidad por haber cruzado la meta o por la aparición de esta ayuda bastante sui géneris (se que él se ajustó a mi dolorido ritmo de carrera, pudiendo llegar en mejor lugar) Ya en la zona de recuperación nos dimos un apretón de manos. Estaba tan aturdida que no le pregunté su nombre. Devoré toda la fruta que pusieron a mi alcance, no se cuantos litros de agua y bebida isotónica tomé con franca desesperación. Me dejaron caer la medalla de participación y todo tipo de productos de los patrocinadores, avancé cargando tremenda bolsa de chucherías. Muy despacio, caminé hasta el letrero de salida, donde con inquietud me esperaban mi esposo y mi hermana.

Gracias a las maravillas de la tecnología, hoy ingresé su número de competidor en los resultados oficiales del Medio Maratón y descubrí que recibí una ayuda de JESÚS… Jesús Orozco Segoviano competidor número 199. A quién agradezco el apoyo incondicional y generoso que me ofreció durante esta prueba deportiva.

PD.La canción que sonaba en mi iPod al cruzar la meta era I Don't Want To Grow Up Tom Waits. ¿Habrá sido una señal?

lunes, 12 de mayo de 2008

Diario de Carretera Vol.1

Banksy
9 AM. Café en los Portales de Celaya

Un equipo de producción hambriento, busca una mesa para desayunar. Al atravesar el lugar se topa con un borrachito que escucha música con audífonos y saluda a los comensales efusivamente. Una cerveza a medio beber y dos vacías sobre la mesa nos hacen pensar diversos motivos para seguir tremenda briaga a esas horas de la mañana.

Hipótesis 1: El camarógrafo deduce que es un funcionario público que acostumbra beber por las mañanas, da buenas propinas y por eso lo aguantan las meseras con una paciencia de santas.

Hipótesis 2: La productora intuye que la noche anterior se fue de copas y le pusieron el pasador por dentro a las puertas de su casa. Al verse en la calle, decidió seguirla en el primer lugar que encontrara abierto. Hasta lograr el perdón de su enfurecida mujer.

Hipótesis 3: El asistente y nuestra asesora de proyecto decidieron que era un alcohólico al que habían corrido del trabajo esa misma mañana. Ahora molesta desde su mesa a los parroquianos que buscan deshacer su ayuno.

Ya iba casi a la mitad de unas deliciosas enchiladas cuando por casualidad escuché la verdadera historia:

Compadre: Que pasó, no son horas… ¡Que bárbaro!.
Borrachito: No me regañe compadre… Es que usted no sabe… Porque no se sienta y…
Compadre: Solo pasé por un café y me voy a trabajar. No puedo… Un café cortado por favor.
Borrachito: Un minuto compadre… En la funeraria… Aquí adelantito.
Compadre: No ande con cuentos. Tómese un café y a su casa.
Borrachito: Mi sobrina y mi hija, en una curva. Mi hermana les prestó el carro…Las están velando a dos cuadras, 22 y 19 años compadre… Y están muertas. Ahora si me cree, no me regañe compadre (se coloca los audífonos en los oídos y vuelve a escuchar la música a todo volumen)

El compadre se queda sin palabras y solo alcanza a darle una palmada en la espalda.

Me sentí muy mal por juzgarlo e inventar historias. Era un ser humano en shock, con un dolor en su corazón, sin saber cómo darle salida y huyendo de su terrible realidad.

Terminamos de comer, pagué la cuenta y al salir les conté a todos la situación real de ese pobre hombre. En circunstancias, eventos y comportamientos fuera de lo común siempre paro oreja por fines de contribuir a mis ficciones. Pero en ese caso juzgué despiadadamente, evité pasar frente a él por sentirme amenazada (el miedo nos lleva cometer atrocidades, si no vean que pasó después de septiembre de 2001). Me hice el firme propósito de no caer de nuevo en la trampa de los prejuicios, eso solo provoca que te conviertas en una persona terrible, en un personaje clichetero, en un individuo sin compasión. Ojalá su carga se aligere pronto.