No sé si fue porque no la lavé, por el ayuno matutino o por el ocio creador que motiva un viernes en el periférico, pero una manzana desató cuestiones existenciales.
Mis afinadas tripas comenzaron a sonar a la par de una rolita de camera obscura que venía sonado en mi estación favorita, así que decidí tomarme la botellita de yogurt que llevo de lonche, desgraciadamente el líquido solo provocó notas más graves (de las tripas, no sean mal pensados) luego me acorde que el miércoles había metido una manzana en alguna parte de la mochila, le rogué a las fuerzas de la naturaleza que no se hubiese podrido, engusanado o de plano embarrado dentro de la misma.
La encontré, no hubo magulladura alguna sobre su cáscara. Medio la limpie con unos pañuelos desechables y le tiré la mordida, lo ruidos estomacales cesaron y pude escuchar a mi conciencia.
No fue una iluminación, solo es uno de esos momentos en los que todo es más claro. Cuando notas que un esfuerzo extra no es en vano (siempre y cuando lo amerite) que a veces no es “el sistema” sino la apatía lo que no te deja avanzar, que aunque seas “creativo” hay que organizarse, que hay mucha gente pretenciosa y cuidachambas que pueden romperle la madre al más estructurado y valioso proyecto.
Si me pongo chacalosa, ahora entiendo porqué no había que acercarse al manzano. Adán y Eva, los chisparon del paraíso el día que comenzaron a pensar.
Tengo hambre otra vez, ahora no retumba mi estomago, solo es el impulso, me pregunto si una ensalada césar y una pastita estimularán otra ensimismada. Espero comer con alto grado de satisfacción y nada de conciencia.