martes, 22 de abril de 2008

La burbuja que ríe

Mucha gente considera la sidra como una bebida de tercera (en algún momento hasta yo lo llegué a pensar) sin embargo hoy a la hora de la comida recordé uno de los mejores lugares en los que me he desvelado y donde el suelo chicloso de sidra, no impide valorar en justa medida un lugarcito asturiano sobre la calle del Ángel en el barrio madrileño de la Latina.

Fue el año pasado, cuando Luis y yo asomamos por la estación del metro Puerta de Toledo y nos dirigimos de muy buen humor a un sitio que nos había latido solo por su nombre: La burbuja que ríe.

Después de atravesar el umbral, nos topamos con la leyenda Chigre: lugar donde se bebe y vende sidra. Mi acompañante cambió su rostro, pues no le entusiasmaba la idea de catar sidra; sin embargo en cuanto vio los platillos de la carta su paladar cambio de parecer. Ahora solo nos quedaba ser pacientes pues aquello estaba a reventar de gente. Casi 20 minutos después cuando empezábamos a desanimarnos una amable mesera nos hizo dos lugares en la barra.

Al checar lo accesibles que eran los precios decidimos pedir dos botellas de sidra, una sabor natural y la otra achampañada (sobra decir que nada que ver con aquellas sidras de la navidad chiapaneca. Que al menos mi abuelita América q.e.p.d. acostumbraba servir en los vasos desechables de todos los nietos menores de 15 años, dizque pa’ brindar)

La verdad es que la primera parte de la noche fue de a litro por cabeza. La sidra fue servida con singular estilo. Nuestra mesera, que puso dos vasos frente a nosotros con sonora anunciación, acto seguido levanta la botella con la mano derecha y la pasa por detrás de su hombro a unos 30 o 40 centímetros del vaso y deja caer una fuente burbujeante de olorosa sidra.

-¡Jo!, de inmediato hay que beberla… Que pierde el sabor. Dijo la mesera con un sonrisa bastante franca.

Aun no había terminado de escurrir el contenido en cada vaso, cuando ya estaba casi en nuestras bocas. Fue de esas noches buenas bonitas y baratas en Madrid.

Pedimos una tercera botella para probar la sidra pomar y así terminar de una vez por todas con los bien servidos platos de moluscos a la burbuja y codillo de cerdo bañado en queso cabrales. La verdad sí salí mareada, pues me sentí valiente frente a tal porcentaje del alcohol. El lugar de origen de las sidras, también tenía un nombre muy interesante: Villaviciosa (Habrá sido algún mensaje)
PD. Hace calor, ya no soy tan resistente como antes a los climas de fuego.

PD2. La verdad no hemos estado comiendo con mucho sazón que digamos, por aquello de los episodios hospitalarios. Pero ya llegará el día en que los recuerdos se conviertan de nuevo en sabores del presente.

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