Murió el ratón y aunque suene anacrónico, lo recuerdo como parte de mi infancia. Mi abuelo Cándido que recordaba con heroísmo la hazaña de vencer a un gringo y enseñarle a boxear a Pedro Infante. La abuela por su parte contribuyo (gracias a la magia del cine) a que secretamente soñara con ser boxeadora (La película “Ama a tu prójimo” es la neta)
Como la vida siempre es mejor en la ficción (y si no es mejor, por lo menos es como tu quieres) lo más cercana que estoy al boxeo es una mezcla de kick boxing y tae bo que he practicado durante algunos años (no soy tan mala para los guamazos, pero aun no he conseguido ningún título mundial) Mis asesores opinan que eso de querer ser púgil (cómo otras tantas cosas que quiero ser) es la pura piña para sentirme ruda y esconder el corazón de pollo rostizado que me caracteriza.
Ratoncito, seguiré tus pasos. Morir de viejito, entrarle al cine y retirarse a tiempo… Ojalá después de alguna victoria se me ocurra una frase tan original, humilde y mexicana cómo : Todo se lo debo a mi manager y a la virgencita de Guadalupe.
Queridos asesores, cuando consiga alguna gloria mundial no los olvidaré. Pero me temo que será difícil incluirlos a todos en una buena y económica frase.