viernes, 19 de diciembre de 2008

Frasquito de luciérnagas

Es ocioso seguir hablando de lo que el viento se llevó. Pero leyendo todos los papeles que firmé el día de hoy (hasta estampé huellas digitales junto a mi rúbrica) y con la plena conciencia de que estaba oficialmente divorciada de un trabajo en el que me la pasé los últimos 4 años con 11 meses (2161 días laborados de acuerdo al reporte que me entregó administración) de ahora en adelante doy por terminado el asunto y me entrego a la ficción.
Hace unos días volé papalotes, comí tamarindos y hablé con un grillo. Salté el arco iris y tomé prestada la luna. 

Los ciudadanos se preguntaban si devolvería el astro a su lugar. Sabían que estaba en buenas manos, sin embargo extrañaban que apareciera cada noche a iluminar sus tardes invernales. La nostalgia los llevó a escribirme la siguiente carta:

Estimada señorita

Mucho le agradeceremos devolver cuanto antes nuestro amado satélite, conocemos la pérdida que ha sufrido y hemos sido comprensivos. Sin reclamo, intimidación o costo alguno hemos permitido que se llevase la luna. 

Sabemos que pronto recuperará el brillo perdido, para eso hemos contratado a profesionales atrapa-luciérnagas que harán un canje con usted antes de que la tarde del día de mañana caiga.

Atentamente

H. Consejo de ciudadanos

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A las 5 de la tarde de hoy, devolví la luna. Regresé a casa por el camino largo y liberé a los bichitos luminosos que revoloteban dentro del frasco del intercambio. Ya no necesitaba fuentes artificiales de luz. Me había vuelto fluorescente. 

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