lunes, 13 de octubre de 2008

Taxi

Pocas veces tomo taxi, me desplazo por esta caótica ciudad en mi bicicleta (aventadita, la muchacha) a pie y muy de vez en cuando recurro al coche.

Aquella madrugada tenía que llegar a un llamado que no era cerca ni lejos, pero representaba una distancia considerable para recorrerla en ese horario. Decidí llamar un taxi de sitio, todo indicaba que sería un viaje en el que podría disfrutar de una placentera pestañita de 15 o 20 minutos. Sin embargo, a los pocos kilometros el taxista se dirigió a mí con solemnidad:

Señorita, usted cree que ahora que tumben el estadio de los Yankees:
¿Aparezca Jimmy Hoffa?

Por mi mente pasaban demasiados pensamientos inconexos:
Estaría bien un café para no andar atarantada.
Quizá debí traer una chamarra.
Que lata no sacar al perro.
Me chocan los finales de temporada ¿ahora que veo?

Pero ¿Jimmy Hoffa? ¿Estadio de los Yankees?

Le contesté que estaba en la panza de Tony Soprano.
El taxista puso cara de nada.

Traté de contextualizar aquella respuesta desvelada contándole que en la sexta temporada de una de mis series favoritas. El jefe de la mafia Tony Soprano tiene que ser operado de emergencia y uno de los médicos a cargo de la cirugía bromea con que ha encontrado los restos de Jimmy Hoffa en el estómago del mafioso.

El taxista decidió prender la radio, 5 minutos después, habíamos llegado.