No soy feminista, me considero femenina, progresista sin rayar en lo radical e invariablemente hormonal.
No quise herir los sentimientos de quienes inocentemente me procuraron alguna felicitación, escribieron en el caralibro frases arjonescas o de plano se entregaron a la poesía cursi. Aunque no parezca tengo algo de tacto y decidí mejor no decir nada más que gracias.
Sin embargo en mi fuero interno, la incomodidad se sacudía y por eso estoy aquí. Hace unos años leí en algún periódico que está fecha ha sido fuertemente discutida por sus orígenes históricos; que la famosa huelga de 1857 donde 129 obreras fueron quemadas nunca existió y que es un imaginario colectivo que fue enriqueciéndose con los años y nuestra natural inclinación hacía las historias de mártires.
Me cuestiono los hechos y fechas de los orígenes del 8 de marzo, me resultan confusos, maquilados (por la publicidad y politización de la fecha) y olvidados. Se supone que el mito de la obreras quemadas se hizo popular en la década de los sesenta, cuando los Beatles hicieron su aparición, el Black Power ganó terreno y movimiento hippie hacia enojar a millones de padres conservadores en el mundo occidental. Pero lo más importante fue que las mujeres americanas y europeas tuvieron acceso a la píldora.
No intento abolir esta fecha simbólica (que no es la única que me molesta, hay una larga lista de día conmemorativos que aborrezco) Buscar respuestas sobre el 8 de Marzo no implica que yo ignore su significado histórico, el valor de la lucha por los derechos y la autonomía. Más bien buscaba encontrar algo de su sentido original.