martes, 30 de septiembre de 2008

Diarios de Carretera Vol. 3

El miércoles pasado, viajé de México a Tulancingo por la ahora tristemente celebre autopista. Mientras recorríamos esta carretera y escuchaba el cover de Café Tacuba “Ojala que llueva café en el campo” no pude dejar de pensar en la elefanta que la noche anterior había muerto en alguno en esos carriles.

El día estaba lluvioso pero a lo lejos se podían observar las dos pirámides y un verde panorama que alcanza esos niveles de saturación solo en esta época del año. Traté de pensar en lo últimos momentos de aquel pobre animal, deambulando por la carretera, sin saber a donde ir o huyendo de alguna amenaza (en una de esas ahora esta mejor) También pensé en el pobre chofer del autobus (única pérdida humana) su última imagen del mundo fue surrealista. Un elefante a la mitad de una autopista, una gigantesca masa paquiderma bloqueando el camino (seguramente había lidiado antes con atropellamiento de perros, gatos, cabras y hasta ratas… Pero un elefante)

La elefanta salió a comer y no se pudo contener, corrió hacia la libertad. Con más cuarenta años dando espectáculo no quería quedarse en el circo por más tiempo. Cinco toneladas de ilusiones fueron impactadas por un camión de pasajeros.

Ya en Tulancingo la pregunta boba y el chiste ramplón no se hizo esperar

¿Qué tal el camino?
¿No se les atravesó un elefante?

Mi silencio fue suficiente como para obviar respuestas y comenzar a trabajar.


PD. Elefanta, ojala ahora si puedas columpiarte sobre la tela de una araña.

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