jueves, 17 de julio de 2008

Tierra de cosas preciosas

Anoche soñé que estaba en El Salvador, no fue una pesadilla pero tampoco un sueño.

Hace dos años estuve en San Salvador (visité dos provincias Chalatenango y Cuscatlán) hice este viaje porque en esa época trabajé como investigadora para Discovery Channel Latinoamérica. Mi consigna era obtener toda la información posible sobre el fenómeno migratorio de la Mara y las tropas salvadoreñas enviadas a Irak.

A la par de este trabajo investigación surgió un interés personal sobre la sociedad civil salvadoreña y comencé a escribir sobre la figura de la familia en el Salvador (si es que el término puede aplicarse) hice a un lado de los complejos procesos políticos que ha vivido un país cuya guerra civil duró 12 años y me dispuse a convivir con militares que se enlistan “voluntariamente” en la guerra de Irak, con un empresario transportista extorsionado por maras; platiqué también con mujer que contra todos los pronósticos se salió de una clica y sigue viva. Compartí un café con un funcionario público que estuvo a cargo de los penales de aquel país y cuya teoría le valió su “dimisión” del puesto.

Nunca había tenido un guardespaldas y en ese país lo tuve: El Subcomandante Fuentes, que no se separó de mí en nungún momento. Era mi sombra y su encomienda era llevarme a todos lados sana y salva (fué incómodo al principio, pero después nos hicimos amigos) Entendí que debía cuidarme aunque la amenza nunca fue clara. Eso si, todos estaban armados, comerciantes, civiles, estudiantes. El ambiente no era hostil pero olía a polvora.

Despues de varias semanas llegó el momento de regresar a México. El taxista que me llevó al aeropuerto, platicaba conmigo sobre la vida en el Salvador. Con voz decidida me dijo:
-Vivir aquí no es malo, es peligroso, pero ya estoy acostumbrado y me gusta la comida.-
Mientras lo escuchaba, miraba por la ventana y notaba cada vez más el enorme parecido entre El Salvador y Chiapas; la vegetación, el clima y algunos sonidos.

Aun faltaba mucho rato para llegar al aeropuerto (hay que tomar carretera para llegar él) las nubes anunciaban un aguacero tremendo. Al ver mi cara de angustía por las condiciones climáticas, el taxista me advirtió:
-No se preocupe en esta región llueve tibio y se evapora rápido.-
No entendí bien el sentido del comentario pero imaginé que quería tranquilizarme, que el avión saldría y estaría a salvo. Durante mi estancia en el Salvador no tuve miedo, al contrarío sentí una tranquilida que a muchos les parecería inquietante. Conocí personajes muy complejos, interesantes y valientes.

Ojalá todos los que estuvieron conmigo en el antiguo Señorio de Cuscatlán se encuentren bien.

Un cronista salvadoreño me contó que antes de la llegada de los Españoles, El Salvador se llamaba Cuscatlán que en dialecto Nahuat o Nahoa de los Pipiles (descendientes de los Maya-Quiché de Yucatán) significa "Tierra de Cosas Preciosas"

1 comentario:

zocadiz dijo...

¡Qué interesante! Platícanos más de esas experiencias.
Jamás he estado en centroamérica.
Qué impresión el vivir en un ambiente de pólvora.
nos leemos.