lunes, 28 de julio de 2008

El mundo como voluntad y representación

Soy una espectadora básica, que asocia la experiencia estética a la empatía o proyeccción sentimental. Mentiría si dijera que mi interés por la obra artística, nació durante una epifanía. La realidad es que esta inquietud viene de una clase aislada que tomé en la Universidad cuando era una mocosa prejuiciosa de 19 años.

José Luis Barrios fue el maestro que impartió una rara materia llamada Hombre, Filosofía y Comunicación. Lo primero que solté al llegar al tema del arte abstracto fue que era una tomada de pelo (cualquiera podía hacerlo; impostores exhibiendo basura a cambio de fama y fortuna) seguramente ya había escuchado eso de muchos alumnos y su primera reacción fue:

Lee Fenomenología de la percepción de Merleau Ponty, De lo espiritual en el arte de Kandinsky y estas copias (creo que era algo de Kant, la neta no me acuerdo) y luego hablamos…

Con el impetú de una ingenua estudiante universitaria, en busca de la legitimación de sus opiniones sobre el arte, compré los libros y comencé a leer algo que ni entendía muy bien y que ni remotamente me daba la razón respecto a la abstracción en el arte. Sobra decir que llegué con un montón de dudas a la siguiente clase.

Lo que si entendí fue que el pensamiento de Merleau Ponty hace reflexiones sobre la íntima relación entre la racionalidad y la estética (si eres un ser pensante, eres sujeto de la esencia y percepción de la belleza -en el más amplio sentido del término-). Se me quedó grabada la frase “No hay verdad ante las infinitas formas de expresarla”.

¿Un objeto aislado del mundo, de su contexto natural? ¿Eso, es la abstracción?
¿La pintura no celebra otro enigma que el de la visibilidad?
¿Fondo y forma son la esencia y contenido del arte más allá de lo figurativo?
¿El expresionismo abstracto es la más íntima forma de relación con la naturaleza?

Llegué a la clase hecha bolas, pero mi comprensivo maestro aprovechó la ocasión para avisarnos que la siguiente clase sería durante una visita al Museo de Arte Moderno de la Ciudad de México y que aclararía de forma lúdica nuestras cuestiones.

Aquel día, mis dudas quedaron despejadas y sucumbí ante “la impresión pura” frente a un lienzo de Mark Rohtko. Todavía no entendía muchas de las cosas que había leído, pero a partir de ese momento, decidí dar una oportunidad a cualquier manifestación de arte.; al otorgarles el beneficio de la duda.

El arte nos enseña a ver, a asombrarnos. Es un poder de transformación. Mi primera sacudida fue con el maestro Barrios a quien le agradezco donde quiera que esté, remover con ejercicios prácticos y valiosas lecturas, la pesada venda que traía. La segunda fue con LFP que ha recorrido a mi lado todo tipo de museos, compartiendo sus experiencias, escuchando mis disparatadas teorías y confortándome en un momento de llanto frente a algún cuadro. Mi último estremecimiento, las inesperadas obras de artistas contemporáneos en todo el mundo.

Me encantaría volver a tomar una clase con el maestro Barrios, aún sigo pendiente de lo que publica. Lo último que leí fue: “El museo nómada, una mentira disfrazada de arte

Si pudiera decirlo con palabras, no habría ninguna razón para pintarlo. Edward Hopper

2 comentarios:

Anónimo dijo...

De a cuerdo con el profe Barrios.

América Gutiérrez dijo...

El profe Barrios es un hombre de argumentos. Alguien de quién se puede aprender.

Gracias por detenerte y leer mis desvaríos.