jueves, 22 de mayo de 2008

Clarice Lispector

Murió el año en el que yo nací. Es una lástima que no sepa portugués pues seguramente disfrutaría aun más de la lectura de sus cuentos. Las traducciones siempre dejan la espinita de que quizá te estás perdiendo algo. Pero en líneas tan claras como las de esta escritora, estoy segura de que la pérdida es mínima a no leerla.

Estaba en la secundaria. Claudia se acercó a mí, traía un libro apretado contra su pecho.

-Aquí hay algo de lo que nos prohíben leer.

Nos fuimos a la parte de atrás del edificio, lo leí.

-No me gustó. Al final se casa y es feliz; eso no pasa.

Claudia, contestó molesta.
-No entendiste nada.

Me topé a Clarice Lispector casi una década después de este episodio adolescente, fue en la biblioteca del Claustro de Sor Juana. Aquel cuento prohibido se llamaba Mejor que arder, en el mismo tomo estaba La gallina, La partida del tren y La cena. A treinta años de su muerte, no pasa el tiempo por ella. Me reencontré con su literatura y ahí estaba la forma en la que quería escribir.

"La gallina se transformó en la dueña de la casa. Todos, menos ella, lo sabían. Continuó su existencia entre la cocina y los muros de la casa, usando de sus dos capacidades: la apatía y el sobresalto” CL.

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