Había estado pensando matar mi querido blog. Pero me persuadieron y aquí estoy.
Por aquellos años, mi madre no toleraba la idea de que mi hermana y yo tuviéramos un perro como mascota. Así que decidió decirle al tío Ataín (juro que así se llama) que se trajera del rancho un par de conejos para enseñarnos que un animalito es mucha responsabilidad, por otro lado para mi madre era cómodo imaginar que cuando a las hijas se les pasara “el gusto por el animal” lo natural sería cocinarlo y hacerlos parte de la familia a su estilo.
Fue un sábado de abril, de hace muchos años (yo tenía 7, más bien no me atrevo a contar) El tío bajó de su pick up con un conejo blanco en la mano derecha, e inmediatamente lo dejo caer en las manos de mi hermanita; en la derecha llevaba un rechonchito conejo café que me extendió con mucho cariño. Estábamos muy contentas, pasamos toda la tarde en el patio de la casa atiborrando de zanahoria a nuestras respectivas mascotas.
A mi querida hermana el gusto le duró poco “bolita de nieve” desapareció esa misma tarde de manera misteriosa, nadie sabe si huyó por sentirse asfixiado de tanto cariño infantil o si fue el aviso de que los gatos de al lado acechaban. Mi hermana lloró durante dos horas seguidas, pero después de un chocomilk olvidó el asunto.
Después del triste incidente y de la corta estancia del conejo blanco, mi atención se concentro en cuidar de “papo” que después de un mes había dejado de ser un conejito para convertirse en un señor conejo que superaba en tamaño a cualquier perro chihuahua y su obediencia era sobresaliente. Mi conejo y yo fuimos felices durante poco más de 6 meses hasta el día del fatídico accidente.
Era domingo, mi familia y yo regresamos después de las 6 de la tarde a la casa. Al llegar lavé la zanahoria que "papo" había dejado a medio roer en la mañana. Cuando abrí la puerta del traspatio lo encontré frente a la puerta, respirando agitado y con la patita derecha llena de sangre. Lo levante del suelo entre gritos y llanto, lo llevamos al veterinario. Después de una hora salió y nos dijo que su patita estaba deshecha y que los gatos lo habían lastimado mucho, así que lo durmió para que no sufriera más.
“papo” está enterrado debajo del limonero de mi traspatio, estuve insufrible muchos meses, los tíos y las tías no entendían porque sufría tanto por lo que ellos llamaban un triste conejo.
PD. He declarado el 2011 como año del “papo”
2 comentarios:
Amiga yo tambien tuve mis conejitos, por algo mas de tiempo del que cuentas, y tuve que luchar con madre que no los queria alimentar, sanarlos por estar muy mojados por la epoca de lluvias y vecina que los reclamaba de su propiedad, pero igual es un periodo de mi vida que recuerdo con mucho cariño, una vez mas digo que me encanta leerte. Se que estas muy ocupada, pero saca tiempo para poner blogs. Abrazos y saludos...
Saludos, yo tengo, bueno tenía unos :S, empezamos con 2 me acuerdo que fue en Octubre de hace 3 años, todos chikitos, crecieron y se multiplicaron XD, actualmente solo sobrevive uno :( por que? pues por que estos ultimos no supieron cuidar a sus crias, ni modo.
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