Sobra decir que la muerte es la protagonista, al menos estos días. En Chiapas no había “jalowin”. Celebrar a tus muertos era parecido a la cena de navidad, con dulces, flores y harto pan. La familia se reunía en torno a las tumbas de los bisabuelos, la noche se convertía en día con cientos de cirios y velas que iluminaban los andadores.
Días antes de Todosanto (2 de noviembre) hacíamos la ofrenda en casa de mi tio Omar, primero para la abuelita Florida y años después para el abuelito Antonio. De niña me daba miedo pasar las noches en el panteón del pueblo. Luego crecí y me di cuenta de lo especial que resultaba compartir una noche con las personas que tanto extraño, pensar que una vez al año de alguna forma regresaban, sin intención de ser vistos, ni escuchados. Sencillamente pasaban a cenar, a recoger sus pasos.
Pasó el tiempo y dejé el pueblo, pero cargué con mis ritos. Cada año sin importar el lugar donde estuviera, ponía mi ofrenda y como no tenía fotos de ellos, ponía sus nombres en calaveritas de azucar, para que evitar que se perdieran.
Pan de muerto, cempasúchil, ron, cigarros y a veces sonidos de marimba. En el 2005 tuve que agregar platanitos fritos, los favoritos de la abuelita América.
Esta vez habrá otro visitante. Abuelito Arturo ya están listos los tamales. La noche del 2 de noviembre se va a poner buena la fiesta, de mi cuenta corre que la mesa esté puesta.
El mediodía en la calle, atropellando ángeles,
violento, desgarbado;
gentes envenenadas lentamente
por el trabajo, el aire, los motores;
árboles empeñados en recoger su sombra,
ríos domesticados, panteones y jardines
transmitiendo programas musicales.
¿Cuál hormiga soy yo de estas que piso?
¿qué palabras en vuelo me levantan?
"Lo mejor de la escuela es el recreo",
dice Judit, y pienso:
¿cuándo la vida me dará un recreo?
¡Carajo! Estoy cansado. Necesito
morirme siquiera una semana.
Jaime Sabines
Días antes de Todosanto (2 de noviembre) hacíamos la ofrenda en casa de mi tio Omar, primero para la abuelita Florida y años después para el abuelito Antonio. De niña me daba miedo pasar las noches en el panteón del pueblo. Luego crecí y me di cuenta de lo especial que resultaba compartir una noche con las personas que tanto extraño, pensar que una vez al año de alguna forma regresaban, sin intención de ser vistos, ni escuchados. Sencillamente pasaban a cenar, a recoger sus pasos.
Pasó el tiempo y dejé el pueblo, pero cargué con mis ritos. Cada año sin importar el lugar donde estuviera, ponía mi ofrenda y como no tenía fotos de ellos, ponía sus nombres en calaveritas de azucar, para que evitar que se perdieran.
Pan de muerto, cempasúchil, ron, cigarros y a veces sonidos de marimba. En el 2005 tuve que agregar platanitos fritos, los favoritos de la abuelita América.
Esta vez habrá otro visitante. Abuelito Arturo ya están listos los tamales. La noche del 2 de noviembre se va a poner buena la fiesta, de mi cuenta corre que la mesa esté puesta.
Autonecrología VI
El mediodía en la calle, atropellando ángeles,
violento, desgarbado;
gentes envenenadas lentamente
por el trabajo, el aire, los motores;
árboles empeñados en recoger su sombra,
ríos domesticados, panteones y jardines
transmitiendo programas musicales.
¿Cuál hormiga soy yo de estas que piso?
¿qué palabras en vuelo me levantan?
"Lo mejor de la escuela es el recreo",
dice Judit, y pienso:
¿cuándo la vida me dará un recreo?
¡Carajo! Estoy cansado. Necesito
morirme siquiera una semana.
Jaime Sabines
3 comentarios:
En mi familia no se acostumbraba tanto el festejo del día de muertos, eso sí siempre hay pan de muerto, chocolate y tamales.
Y yo creo que nuestros muertitos siempre nos acompañan en la comilona.
:) nos leemos.
...CALABAZITA TIA!!!......
CONTIGO LOS NINOS CON SUS LATAS CAMUFLAJEADAS RELLENAS DE PIEDRAS TOCANDO LA PUERTA DE TU CASA PIDIENDO DULCES...SERIA?
QUE VIVA LA TIA O QUE MUERA LA TIA?
Zocadiz, no importa la forma en la que celebres este día. Lo importante es esa concepción tan única de la muerte que tiene el mexicano, es nuestro punto común.
Mi querido chiapanaco, claro que recuerdo la andanzas. Me encantaba gritar ¡que muera la tía! cuando no te daban nada.Pero tengo que reconecer que en general nos iba muy bien.
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