miércoles, 4 de junio de 2008

Sobre la multiplicación artificial de las diferencias

Tía… Tu hija ¿Es así o se hizo?

Fue la pregunta que Sandy le hizo a mi Mamá durante la celebración de su cumpleaños. Mi progenitora, con su habitual serenidad hacia las mentes jóvenes (dándole el avión) le contestó… Es así.

Aquella tarde pensé que conversaba con alguien que estaba cumpliendo trece años, pero me equivoqué. Incluso a estas alturas me resulta imposible decir cuál es la edad de Sandy. Cabe aclarar que este personaje es mi primo, masculino singular. Torpe y con el estigma de un nombre que sólo en Chiapas es utilizado para un niño.

Durante esa celebración decidí contarle al cumpleañero sobre mi último descubrimiento literario: Giovanni Papinni. Por supuesto que al escuchar el nombre se tumbó entre carcajadas. Repitió muchas veces el nombre hasta volverlo un horroroso trabalenguas.

Superado el episodio irrisorio, nos sentamos en la salpicadera del VW de su papá y fingió poner cara de atención. Comencé a cuestionarlo entonces.

¿Alguna vez has sentido que eres tu mismo pero que te perdiste tu esencia en algún lado y necesitas encontrarte y no sabes como hacerlo?

O que de repente todos los que conoces, con los que tienes recuerdos de navidades, cumpleaños y paseos se olvidaran de ti. Qué no supieran quién eres, aunque tu cara y tu nombre fueran los mismos y sencillamente desaparecieras para ellos. Que cada vez que quisieras recordarles algo te dijeran ¿Quién eres?

Sandy empezó a hurgarse la nariz. Yo quería, inocentemente, compartir con alguien todo lo que me había provocado la lectura de aquellos cuentos (en la escuela era muerte social, por eso decidí experimentar con la familia) Seguí hablando por unos 15 minutos más sobre las zonas de misterio humano, o eso de que cuando un objeto se pierde se va la cuarta dimensión y aparece en el primer lugar que fue buscado.

Noté que estaba punto de perder su atención cuando comenzó a embarrar los restos del moco recolectado en la salpicadera del coche. Decidí cambiar de tema y contarle sobre un programa de televisión en el que mostraban las imágenes de unas misteriosas líneas en un desierto de Perú. Qué todos los estudios apuntaban a que eran pista de aterrizaje para extraterrestres.

Sandy me lanzó una mirada aturdida. Sin decir palabra, corrió dentro de la casa. No hablamos el resto de la tarde y creo que no lo hemos hecho hasta hoy.

Horas después. Mientras mi mamá guardaba en el refrigerador toneladas de pastel, rollo de jamón y gelatina. Me preguntó:

-¿Qué le dijiste a Sandy?

-Nada ¿Por?


Giovanni Papinni. Escritor italiano del siglo pasado, con cuentos divertidísimos y que no envejecen. Basta con leer sus títulos:
No quiero más ser el que soy
El suicida sustituto
El espejo que huye

Es de mis locos favoritos, una de sus ilusiones era escribir una enciclopedia que resumiera todas las culturas. Obsesivo, extremo y bien entretenido.

1 comentario:

zocadiz dijo...

Me di un paseo por tu blog.
Me gustó. Regresaré.
No conozco a Giovanni Pappinni pero le echaré un vistazo, me ha gustado lo poco que comentas de él.

Nos leeremos.