martes, 28 de junio de 2011

Entrenar


Hace 2 meses comencé mi entrenamiento para el maratón de Berlín. Esta vez, después de 3 años corriendo como loca peligrosa, obteniendo tips de revistas o bajando consejos de páginas de internet, decidí buscar un entrenador.

Luego de buscar durante casi 3 semanas, conseguí el correo electrónico de una leyenda del atletismo: Benjamín Paredes, quizá a muchos no les suene pero fue un gran maratonista mexicano de los años 90.


Lo primero que le escribí fue que era una corredora recreativa, empírica apoyada por su familia que jamás se había preparado de manera formal para ninguna competencia (mi mamá sigue sorprendida con eso de que la menos deportista de sus hijas vaya por su tercer maratón) y que aun así tenía ganas de mejorar y sobre todo corregir mi forma de correr para ser más rápida, resistente y eficiente.


Su respuesta fue escueta: Nos vemos el martes a las 5.50 para el primer entrenamiento y envío plan completo por correo.


Allí estaba 5.45 am, con mis tenis, mi cronómetro y algo de frío. El primer entrenamiento fue para corregir todo lo que había hecho mal durante estos 3 años.


Al día siguiente como “el camellito”, no sentía las piernas. A pesar de estas dramáticas declaraciones, llevo 2 meses sin fallar a ningún entrenamiento y se nota aunque sea poquito, un minuto menos en los 21K del día del padre.


Es difícil levantarse por las mañanas y sacar energía después de trabajar 10 o 15 horas seguidas, sin embargo una vez que te armas de valor y dejas la cama con estoicismo (nadie dijo que era fácil) hay una sensación de libertad y tranquilidad que estoy consiente de querer experimentar cada mañana.


Arriba en la foto, estamos mi entrenador, mi medalla y yo, después de 21K y un minuto menos de marca personal.